jueves, 20 de noviembre de 2008

¡BENDITA CRISIS! por José Dávila Arellano (Rafael)

Dos exitosos empresarios que ya peinaban canas y generoso vientre descansaban en el lujoso espacio de una oficina en el piso 40 de latorre de cristal más alta de la ciudad bautizada como "La Cueva de Ali Babá", por registrarse en su seno cuantiosas negociaciones bursátiles de dudosa legitimidad..Los dos vestían trajes de corte inglés. Impecables en su presentación: similares anillos con sendas esmeraldas engastadas conarte exquisito. Además se adivinaban sus resplandecientes relojes de oro y su pisa corbatas con un diminutos diamantes incrustados. Lustrosos, inmaculados, sus zapatos de charol.La mar de acicalados y perfumados.Un pesado silencio les envolvía mientras a través de los grandesventanales contemplaban la ciudad a sus pies. Era notorio que meditaban y en sus semblantes se dibujaban inequívocos rasgos de contubernio.Uno de ellos, Amado Torre Blanca, se mostraba impenetrable. Sus pensamientos estaban muy lejos de ahí. Su colega, Carlos Ibarra de la Fuente, se mantenía firme con las manos entrecruzadas a la espalda.Ambos eran conocidos como los zares de la industria textil. Una dupla temible, reconocida por sus influencias con el gobierno y lafortuna económica de la que gozaban con base en diversos monopolios de insumos para el sector industrial.-¿Pero qué fue lo que sucedió? –preguntó intrigado Amado-Muy sencillo: que nos alcanzó la crisis- respondió Carlos.-¿Perderemos dinero?-Aunque remoto, en este mundo todo es posible.-Tiempos de ser cautos, pero no tontos –subrayó Amado.-Por supuesto.-Tenemos que ser muy discretos.-La especulación no está en mi diccionario. Yo diría que son tiempos de oportunidades –enfatizó Carlos-¿Cómo has resuelto tus problemas?-Reduciendo gastos, cortando nóminas, facturando en falso. Por lo pronto cerrando 12 fábricas y despidiendo a tres mil trabajadores.-¿Los indemnizaste?-¡Por supuesto que no!– advirtió Carlos cortante y después, esbozando una sonrisa sarcástica, confesó: "Me declaré en quiebra…"- Bien hecho – aprobó Amado- Hay que defender nuestro patrimonio ydeshacernos de la mano de obra. El cese que he ordenado ya alcanza a1,500 obreros y todavía me faltan los oficinistas. De alguna a forma hay que "capotear" la situación y defender nuestro pátrimonio ¿nocrees?-No hay otra solución.-¿Esperas protestas? –cuestionó Amado.-Las de siempre: asambleas, marchas, "plantones" y huelgas de hambre como forma de expresión. Allá ellos y su estómago. Ya se cansarán…Eltiempo los doblegará.-Pobres diablos –expresó despectivamente Torre Blanca- Por lo pronto hay que bajar la producción a fin de provocar escasez y por lógicaincrementar los precios. La especulación es la mejor fórmula parasortear la crisis.-Cierto.Estaba claro. En sus cabezas revoloteaba la misma interrogante: ¿Cómo duplicar su dinero ante una coyuntura que les era favorable? Había que aprovechar las ventajas de una recesión económica que extendía sus devastadoras repercuciones a nivel mundial.-Hay que aprovechar la oportunidad que nos favorece y ojalá los mercados sigan a la baja y nuestras ganancias a la alza –advirtióAmado.-Cierto –volvió a reafirmar Carlos y preguntó a bocajarro: "¿Dónde tienes tu dinero?"-En Mónaco. Allá está más seguro y sin pagar impuestos –informó Amado-¿Y tú?-En las islas Caimán. Son un paraíso fiscal…-¡Eres un ladrón!-¡Y tú un desalmado especulador! Ambos rieron desfachatadamente y se trasladaron al bar para brindarpor sus triquiñuelas económicas.Tras chocar las copas de coñac, Amado preguntó: "¿Y qué piensas hacer mientras prevalezca la crisis?"-Para matar el tiempo, me voy a un crucero a Indonesia, Malasia,Tailandia, Kuala Lumpur y Singapur. Ni modo…¿ Y tú en qué harás?-Ya lo tengo decidido; me voy a África. Tengo afinidad por lasfieras, especialmente por el león.-¿Te crees un león?-¡Por supuesto! -reafirmó Amado con el orgullo a flor de pecho-Brindemos otra vez.-¿Y ahora por qué?-¡Por la bendita crisis…! –propuso Carlos con endiablado cinismo.Los dos bebieron, sintieron la placidez del calor interno que les provocaba la bebida y sus apetitos financieros se despertaron aún más, mientras contemplaban por el ventanal la ciudad a sus pies.
J.D.Arellano

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