martes, 13 de mayo de 2008

"Lord Kensington" por Carmen Amaralis Vega Olivencia

Crucé el Pacífico muerta de angustias y espectativas. La vida me llevó a Londres siendo aún muy joven. Un posdoctorado en "Queen Elizabeth College". A solo meses de graduarme en USA un científico inglés me pedía colaboración. No podía perderme esa oportunidad que la vida me brindaba. Fue para el otoño del 1977. Directo del aeropuerto llegué a la Avenida Kensington. Trabajé en unos laboratorios de la Universidad como una bestia. El mundo de científicos europeos no deja de ser muy competitivo y voraz. No había pasado mucho tiempo en ese maravilloso mundo de las ciencias, cuando me llegó una invitación muy especial. El sello real aparecía en el sobre. Casi incrédula leí aquella tarjeta fabricada con papel de hilo, de un color perlado, que aún brilla en mis recuerdos. Con manos sudorosas sujeté la invitación. Si, nada menos que era una invitación para asistir al cumpleaños número ochenta de la Reina Madre Elizabeth. El Colegio le celebraría una gran fiesta. Como yo aparecía en el directorio de investigadores residentes en el Colegio que llevaba el nombre real, no se si por error o intencionalmente, fui invitada a la celebración. Inmediatamente pasó por mi mente qué ropa usar para tan magna ocasión.
Para aquel viaje a Europa solamente llevé en mi maleta algunos libros, un par de jeans, varias blusas, y un único traje de seda color violeta, estampado con flores gigantes de todos colores. La falda era larga hasta los tobillos y abierta hasta medio muslo.Tengo que admitir que aquel traje era una maravilla tropical, al estilo de Carmen Miranda, pero no estoy muy segura de que fuera el apropiado para los salones del Palacio en La Avenida Kensington.Imposible comprarme uno nuevo con el escaso presupuesto de estudiante recién graduada en aquel país extraño.Llegó la noche del evento, y allí llegué vestida toda florida y feliz, con la curiosidad natural abierta a flor de piel. Si algo me falta no es autoestima, así que respiré hondo, e hice mi entrada a los salones repletos de damas y caballeros. Para mi sorpresa todos se hallaban ataviados de negro. Demás está decir que las damas y "Ladies" presentes posaron sus ojos horrorizados en mi vestido. Pero los caballeros no podían disimular dirigir sus miradas directo a mis piernas largas y bronceadas por el ardiente sol del Caribe. Recorrí rápidamente con mi vista el lugar. En el centro del salón se agrupaban varias damas pavoneándose junto a un caballero de cabellos blancos y un impecable porte de rey.El individuo vestía un traje militar con una banda de color rojocubierta de hermosas medallas que le adornaba el pecho. Creo que se cruzaron nuestras miradas con una fuerza irracional, el caballero me pedía, más bien me suplicaba, que lo rescatara deldelirio de las "Ladies" a su derredor.Caminó con paso firme dirigiéndose hacia mí, y con una inclinaciónde cabeza, me extendió la mano, presentándose._ Lord Kensington, my Lady. Do I know you?(Dama, soy el caballero Kensington, dígame, ¿La conozco?) Todos fijaron sus rostros en nuestra dirección, y con la sensación de estar en un paredón de juicio final, le comenté que yo simplementeera una científica caribeña invitada al Colegio por un inglés amigo. Que solamente estaría por esos lares unos meses, y que era de Puerto Rico. Seguidamente le pedí que me explicara sus bellas medallas, y el Lord no escatimó tiempo ni esfuerzo en darme un curso intensivo de historia militar inglesa. Cómo le otorgaron cada una en las batallas en las que fue participe, destacándose en la India, en el Sur deÁfrica, en las Islas del pacífico… Creo que sació mi curiosidad hasta despertarme unas increíbles nauseas.
A la mañana siguiente, un compañero de laboratorio me dejó varios periódicos sobre mi escritorio. No podía creer lo que veía. En todas las portadas se cubría la actividad de la fiesta y uno de los encabezados leía: Unknown woman call the atention of the Lord all night long.(Mujer desconocida acapara la atención del "Lord" toda la noche.) Esa desconocida era una verdadera imitación de Carmen Miranda. ¡De allí para Hollywood!Completado mi término, regresé a Puerto Rico con la satisfacción de saberme plebeya, pero reina por una noche. Acá ahora me visto de negro.

Carmen Amaralis (parte de la historia de mi vida)

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