Vagabundo; errante el vagabundo; sordo a todo aquello que es sin ser,
ciego a las vidas ajenas, ausente al transitar de intrusos,alejado
de gentes que no sean él:
marcha, mantiene el equilibrio
y pierde su mirada, camina
por los linderos del amor y el odio,
la poesía y la inconcreta nada.
Nadie le puede desatar: ¡Ay, pobre poeta vagabundo!: se amarra él
mismo. (Si no hay destino fijo y mesurable, ¿sabéis?, nunca hay manos
amigas que te ayuden).
Es tan poeta el vagabundo que espera siempre una llamada a un móvil
que no tiene.
Encuentra el monasterio –pensaba que era allí-, perdido entre
albornoces blancos de hoteles donde anidan los recuerdos, cree que
el pasado sigue vivo; ¡ingenuo!: las torres son de espuma de bañeras
nocturnas y las deshace el aire.
Es cuando el vagabundo, poeta vagabundo, decide reinventar el tiempo,
e imagina que los ojos más dulces -esos, precisamente esos, los
almendrados-, y los labios -con sabor a melindre-, han sido siempre
suyos, jamás de otros:
obstáculos que no deben salvarse;
colinas sobre sábanas hundidas en el agua;
sonrisas de melocotón y siempres;
sueños inacabables, sólo de él.
Se envuelve el vagabundo, deja que le acaricien -dije: poeta ciego y
sordo-, en la mujer que fue y no fue, en un calor imaginario; y, es
un destello para los demás, observa su presente evaporarsea
provechando un falso beso. Musita tenuemente el vagabundo -muy
quedo, para nadie- un "Dejadme hoy, quiero estar solo".
Y, mientras, amamanta una flor inexistente.
Luis Alcocer
ciego a las vidas ajenas, ausente al transitar de intrusos,alejado
de gentes que no sean él:
marcha, mantiene el equilibrio
y pierde su mirada, camina
por los linderos del amor y el odio,
la poesía y la inconcreta nada.
Nadie le puede desatar: ¡Ay, pobre poeta vagabundo!: se amarra él
mismo. (Si no hay destino fijo y mesurable, ¿sabéis?, nunca hay manos
amigas que te ayuden).
Es tan poeta el vagabundo que espera siempre una llamada a un móvil
que no tiene.
Encuentra el monasterio –pensaba que era allí-, perdido entre
albornoces blancos de hoteles donde anidan los recuerdos, cree que
el pasado sigue vivo; ¡ingenuo!: las torres son de espuma de bañeras
nocturnas y las deshace el aire.
Es cuando el vagabundo, poeta vagabundo, decide reinventar el tiempo,
e imagina que los ojos más dulces -esos, precisamente esos, los
almendrados-, y los labios -con sabor a melindre-, han sido siempre
suyos, jamás de otros:
obstáculos que no deben salvarse;
colinas sobre sábanas hundidas en el agua;
sonrisas de melocotón y siempres;
sueños inacabables, sólo de él.
Se envuelve el vagabundo, deja que le acaricien -dije: poeta ciego y
sordo-, en la mujer que fue y no fue, en un calor imaginario; y, es
un destello para los demás, observa su presente evaporarsea
provechando un falso beso. Musita tenuemente el vagabundo -muy
quedo, para nadie- un "Dejadme hoy, quiero estar solo".
Y, mientras, amamanta una flor inexistente.
Luis Alcocer
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