jueves, 13 de noviembre de 2008

MICRO EN BUSCA DE TÍTULO por Rosa María Arroyo

Le costó decidirse y entrar en aquel cuarto pequeño que olía a humanidad y deshechos inanimados. Alguien indefinible, le pasó los elementos para conseguir el placer más absoluto.Con el primero no sintió nada; el segundo le produjo un escalofrío que no supo definir; con el tercero comenzó a tomarle gusto… El quince la dejó cansada y sin aliento.

Tras el último grito de placer, apareció el indefinible por una puerta camuflada, invitándola a abandonar el cuartucho. Del habitáculo a la puerta de salida, fue saboreando el recuerdo inmediato del placer conseguido y cerraba los ojos respirando profundamente. Una vez que sus pies tocaron la ancha acera, retornó a la realidad: la vida seguía igual que la dejó una hora antes, se lo recordó la inmensa pancarta de "cierre por liquidación" que cubría un escaparate.

Crispada, dio media vuelta y regresó al local con la otra invitaciónque le quedaba.

Esta vez, mientras lanzaba las piezas de loza contra la pared, gozaba como nunca mientras nombraba uno a uno a los que ella creía causantes del paro laboral de su marido, de sus números rojos, de la hipoteca impagada, del coche y la casa embargados, de los niños con la suegra, del perro en la perrera, de la nevera vacía…Esta vez, el indefinible, en un acto de protección más que de buena voluntad, le dejó la llave del almacén y se fue a tomar un café. Todavía recordaba al último que, en plena crisis, lo confundió con su jefe.

Rosa M. Arroyo

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