jueves, 13 de noviembre de 2008

EL ESCONDITE- potr Fernando Ortega

Aquella noche todo el Consejo del Pueblo había decidido darse cita en la Plaza de Oriente. Los habitantes clamaban justicia por aquella tropelía que había destruído de forma inexplicable, una de las costumbres sagradas de la vieja población de Cambas. Su establidad; su tranquilidad.
El más viejo, el más joven de los muchachos de quince años -edad desde la que se consideraba recto hombre a un ciudadano; ellas, dieciocho-, una mujer de treinta y cinco elegida al azar y la propietaria de la carnicería, configuraban el máximo órgano popular.
Juan, el levitador, de un golpe, retiró la enorme sábana negra que cubría el tablón cuadrado situado sobre el pozo central de la Plaza. Los gritos de horror se oyeron a varias millas de distancia. Algunos hombres vomitaron; y varias chicas perdieron el sentido, cayendo desplomadas sobre el suelo cubierto de tierra rojiza.
Sin embargo, un silencio sepulcral embargó a la muchedumbre. Un niño de apenas diez años salió del escondite de la capa de su padre y gritó al pueblo que permanecía en una ataque de lisergia colectiva:
- Papá, si sólo son seis letras. Ahí dice ce, ere, i, ese, i, ese.

Fernando R. Ortega - Nin@delapuerta-

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